A veces, la vida nos da varapalos que no acertamos a comprender.
Dicen que “lo que no nos mata, nos hace más fuertes”.
En mi experiencia, así es.
Sin estos zarandeos existenciales, la que soy no hubiera llegado a ser.
De pequeña tenía la creencia de “todo tiene que venirme fácil y sino, NO tiene que ser”. Jamás tuve que esforzarme demasiado. Notas excelentes en el colegio con el mínimo esfuerzo y en casa nunca faltaba de nada. Así salí airosa hasta los 30 años, momento en el que la vida vacilona se empezó a torcer.
Ayer, por primera vez, pude agradecer, de corazón, al cielo ponérmelo difícil. Los NO me han ayudado a aprender mucho más que los SÍ. Sin esos varapalos en mi fuero interno seguiría la niña caprichosa, que espera que las estrellas se rindan ante sus relucientes deseos. Frustraciones, adversidades, dolor, ellos han sido mis grandes maestros.
“Querer es poder”, a veces sí y a veces no. Lo que está claro es que el mejor homenaje que podemos darle a la vida es luchar por lo que amamos y poner ahí todo nuestro empeño, pasión y tenacidad. Caminar hacia nuestros sueños, y hacerlo sin ansias ni gula. Hagámoslo con entrega, paciencia y mucha humildad, pues no somos dioses y, en nuestra pequeñez, desconocemos los designios del plan infinito.