Pensamientos negativos, esa cruz con la que cargamos

«No valgo para nada”, “soy un fraude”, «voy a equivocarme», “tengo que hacerlo mejor”, “soy mala persona”, “nadie me quiere”, “nadie me entiende”, “soy raro/a”, “estoy haciendo el ridículo”… ¿Te suena alguna de estas perlitas, que solemos decirnos a nosotr@s mism@s? Nuestro cerebro procesa unos 60.000 pensamientos al día. Más del 90 por ciento son repetitivos y alrededor de 8 de cada 10 de nuestros pensamientos son negativos, según datos arrojados por diversos estudios.

Así pues, nos pasamos buena parte del día diciéndonos lo que tenemos o no tenemos que hacer, desvalorándonos, culpándonos, o ridiculizándonos por alguna que otra cosa. Nuestro diálogo interno está relacionado con las creencias sobre nosotros mismos y sobre el mundo que nos rodea. Los pensamientos negativos afectan a nuestra autoestima y a nuestros estados emocionales. Por este motivo, es importante poner conciencia en cómo es este diálogo interno (qué decimos, cómo nos lo decimos, qué sentimos cuando nos hablamos así) y trabajar para desenmascarar al saboteador interior que tod@s llevamos dentro.

Pongamos un ejemplo, a mí me apasiona bailar. Me apunto ilusionada a un seminario de danza y en algunos momentos de la secuencia coreográfica me equivoco. Yo convivo con una jueza implacable internalizada. Se trata de una auténtica señorita Rottenmeier, como la de Heidi, que con los errores se frota las manos. Automáticamente se ponen en marcha los pensamientos negativos “no está perfecto”, “¡qué mal, con el tiempo que llevas bailando!”… Y la emoción que me asalta es tristeza y vergüenza. ¿Cómo puedo contrarrestar toda esta porquería que yo misma me arrojo encima?

 

Ni tu peor enemigo puede hacerte tanto daño como tus propios pensamientos.
Buda

 

Lo primero de todo es cuestionar estos mensajes automáticos con pensamientos más realistas, racionales y constructivos. Puedo rebatirle a mi “Señorita Rottenmeier” con: “estoy aprendiendo, tengo derecho a equivocarme”, “no he de ser perfecta”, “buena parte de la coreografía está bien, mira lo que sí hay”. Se trata de no creer a pies juntillas todo lo que diga esa jueza inflexible que distorsiona la realidad. Precisamente esa es una de las dificultades que me encuentro habitualmente en terapia. Much@s pacientes se identifican tanto con esas voces machaconas internas que les cuesta poner en cuestión los automatismos de su mente. No se dan cuenta del maltrato al que se están sometiendo ell@s mism@s. ¿Dejarías a alguien decirte que no sirves para nada, que eres tonto, que haces el ridículo? Yo creo que la mayoría de nosotros no toleraríamos este abuso y falta de respeto. En cambio, la persona que más apoyo y amor tendría que brindarte, que eres tú mismo, te atosiga, te insulta y te habla de malas maneras. Y lo peor de todo, llevas tanto tiempo en esa relación de maltrato cotidiano que te parece “lo normal”.

 

Y Dios dijo:
“Ama a tu enemigo” y le obedecí…
y me amé a mi mismo.
Khalil Gibran

 

Nosotros somos más que nuestros pensamientos. Por este motivo, hemos de aprender a distanciarnos del pensamiento negativo y observarlo como un espectador. De esta manera, podremos separarnos un poco de él e impedir que cambie nuestro estado de ánimo. Para ello, me gusta poner el símil del cielo. El firmamento puede estar despejado, salpicado con nubes blanquecinas o ser atravesado por grandes nubarrones grises. Los pensamientos son esas nubes que llegan y se van y lo que permanece invariable es ese cielo impertérrito, testigo de los avatares metereológicos. Así pues, ese firmamento magnífico vendría a ser nuestro ser y las perturbaciones que lo afectan los diferentes pensamientos y estados emocionales por los que transitamos.

 

No eres la charla que oyes en tu cabeza. Eres el ser que escucha esa charla
Jiddu Krishnamurti

 

No podemos ni debemos impedir que acudan pensamientos nocivos a nuestra mente, porque paradójicamente pueden tomar más fuerza. En cambio, sí que podemos observarlos y dejarlos ir, en lugar de quedarnos enganchados y empezar a automachacarnos. Sin duda, nuestro bienestar depende en gran medida de que aprendamos a identificar estos pensamientos perjudiciales y que logremos relativizar su importancia.

El periodista John Paul Flintoff, autor del libro Cómo cambiar el mundo y profesor de The School of Life, estudió el asunto y concluyó que existen 10 pensamientos automáticos negativos, que todos sufrimos en un momento dado:

  • Pensar sólo en blanco y negro: mensajes del tipo “he fallado por completo”, “cualquier otro puede hacerlo mejor”
  •  Imaginar, leer la mente de otras personas: “piensan que soy aburrido”, “creen que soy tonto”
  • Futurizar: “no hace falta que lo pruebe. No funcionará”, “no me volveré a enamorar nunca más»
  • Generalizar: “todos me desprecian”, “nadie me quiere”
  • Desvalorar lo positivo: “he conseguido esto, pero cualquiera lo podría haber hecho”, “me elogian, pero igual es para quedar bien”
  • Dramatizar: “se me ha caído una muela, ya soy vieja”, “he gritado a mi pareja, soy mala persona”
  • Tener expectativas poco realistas: “tengo que seguir, aunque esté cansado”, “si lo amo, cambiará”
  • Descalificar a los otros y a uno mismo: “soy idiota”, “es idiota”
  • Autoculparse: “parece enfadad@. Debe ser mi culpa.”
  • Ideas catastróficas: “¿y si presento mis ideas y todos se burlan de mí?”, “¿y si voy al médico y me detecta un tumor?”, “¿y si ahora despegamos y se cae el avión?”

Lamentablemente no vamos a borrar las experiencias que han determinado nuestros pensamientos automáticos negativos. En mi caso son fruto de un papá muy exigente con los resultados escolares, que nunca parecía satisfecho con mis logros de niña. Sus frases eran “la próxima vez que este 9’5 sea un 10”, o si sacaba una puntuación de 10, entonces exclamaba “muy bien, ahora no te confíes, la próxima vez que sea otro 10”, “has de ser la mejor de la clase”… De adulta ya no necesitaba a papá diciéndome nada, empecé a hacérmelo yo solita.

Todo esto tiene su explicación a nivel neurológico: cuando una serie de conexiones se repiten muchas veces se crea un circuito estable, y cuando éste se potencia, se convierte en un camino habitual del cerebro. Dicho en otras palabras, cada uno de nosotros interpreta su realidad continuamente y en función de sus vivencias responde de una determinada manera a las circunstancias externas.

 

Todo depende de cómo vemos las cosas y no de cómo son las cosas en realidad
C.G Jung

 

La buena noticia es que la plasticidad cerebral nos permite aprender y cambiar continuamente. Cuanto menos utilicemos una conexión, más posibilidades hay de que ésta disminuya. Es cierto que los pensamientos negativos son una especie de parásitos que suelen invadir nuestra mente cuando se da una circunstancia o suceso que resuena con recuerdos conectados a experiencias dolorosas, displacenteras o frustrantes sobre todo de nuestra infancia. No vamos a lograr eliminarlos. Sin embargo, podemos quitarles poder e impedir que nos condicionen, limiten y dañen.

En este sentido, me parece adecuado finalizar con este cuento:

Dos monjes zen iban cruzando un río. Se encontraron con una mujer muy
joven y hermosa que también quería cruzar, pero tenía miedo. Así que
un monje la subió sobre sus hombros y la llevó hasta la otra orilla.
El otro monje estaba furioso. No dijo nada pero hervía por dentro. Eso
estaba prohibido. Un monje budista no debía tocar una mujer y este
monje no sólo la había tocado, sino que la había llevado sobre los
hombros.
Recorrieron varios kilómetros. Cuando llegaron al monasterio, mientras
entraban, el monje que estaba enfadado se volvió hacia el otro y le
dijo:
-Tendré que decírselo al maestro. Tendré que informar acerca de esto.
Está prohibido.
-¿De qué estás hablando? ¿Qué está prohibido? -le dijo el otro.
-¿Te has olvidado? Llevaste a esta hermosa mujer sobre tus hombros
-dijo el que estaba enfadado.
El otro monje se rió y luego dijo:
-Sí, yo la llevé. Pero la dejé en el río, muchos kilómetros atrás. Tú
todavía la estás cargando…”

Y tú ¿que estás cargando de tu pasado?

*Imagen de Pixabay


Sandra Valent, psicoterapeuta Gestalt. Trabajo en Barcelona y Sant Cugat del Vallés. Sesiones en Gestalt Barcelona (Pl. Urquinaona 10) y en Espai Vincles (C. de la Mina 25). Si quieres saber más, llámame al tel. 678377795.

 

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