La autoexigencia, en muchos casos, no permite escuchar nuestro cuerpo y darle el espacio necesario para reposar y recargar pilas. Puede que tu mente te bombardee como un disco rallado con el “tengo que hacer esto y lo otro”, “debería…”, “estoy perdiendo el tiempo”, “esfuérzate más”, “esto no es suficiente”… Y esos mensajes te lleguen en momentos en los que tu cuerpo quiere tomarse un merecido descanso, impidiéndoselo y creándote más tensión, incluso ansiedad o insomnio. Si éste es tu caso, sin duda, estás siendo víctima de una autoexigencia torturadora. Durante un tiempo el cuerpo puede ir respondiendo a tal presión, pero la energía es limitada.
Observando el comportamiento de cualquier mamífero en su hábitat natural vemos cómo su ritmo está marcado por el ciclo acción-reposo. Un felino, por ejemplo, pasa mucho rato relajado, dormitando, y cuando toca lanzarse a por algo, es pura energía. También podemos fijarnos en una tierra fértil. ¿Qué le pasaría si no se la deja recuperarse tras varias cosechas? La tierra se secaría y dejaría de dar frutos. Esto mismo le ocurre al ser humano, puesto que forma parte de la naturaleza, por mucho que parezcamos empeñados en vivir de espaldas a ella.
Ahora bien, parar y permitirnos “perder el tiempo” no es tarea fácil, en una sociedad que nos “obliga” a ser continuamente eficaces y productivos. ¿Y qué es lo que provoca esta autoexigencia y actividad imparable? Es probable que estés bajo un mandato (introyecto, en terminología de terapia Gestalt) como el de “Esfuérzate”, “Tienes que ser el mejor” o “Querer es poder”, que de manera inconsciente, te esté obligando a actuar como si fueras una máquina. Los introyectos son creencias o valores, que nos tragamos sin digerir ni masticar de pequeños, y que seguimos a raja tabla, ya de adultos, sin poner en cuestión. Estas normas heredadas, normalmente de papá y mamá, son tomadas en la infancia como verdades absolutas y pasan a formar parte de nuestro sistema de creencias, sin considerar si realmente se adecuan a nuestro sentir, personalidad e intereses.
Seguir, sin cuestionar, las órdenes inflexibles del tirano interno del “debería” o “tengo que” (en terminología gestáltica el denominado perro de arriba) produce además de agotamiento físico, sentimientos de frustración, culpa, rabia y resentimiento contra uno mismo. Esta exigencia nos lleva a una autocrítica constante y a un no dejarse estar en paz, por no cumplir con nuestra imagen ideal de eficiencia. Obedecer los dictados rígidos del perro de arriba nos aboca ineludiblemente a convertirnos en un soldado disciplinado, desconectado del cuerpo, del instinto, del placer y de la creatividad. Te pasas el día planificando y organizando mentalmente para “hacer las cosas bien” y acabas multiplicando tus actividades. De esta manera, dejas de estar en el presente. No hay tiempo para la contemplación y saborear las vivencias. Se reducen los espacios para relajarte y el descanso.
Hemos confundido la voluntad de hacer bien las cosas con someternos a la dictadura del perro de arriba. Creemos que si seguimos nuestra mente y conseguimos cosas, alcanzaremos la felicidad. Sin embargo, la dicha no está basada sólo en hacer y obtener, sino en ser. Así que te pregunto, ¿cómo sería para ti dejarte ser?
Existe una manera más saludable de conseguir las metas que te hayas marcado, sin exigencias ni maltrato. Para ello, es imprescindible ser más flexible contigo mismo y respetar tus tempos vitales. También es recomendable substituir el “tengo que” o el “debería” por el “quiero”, que nos conecta con la voluntad en lugar de las normas y obligaciones.
Para explorar cómo es tu exigencia te propongo que observes cómo es tu reacción corporal y emocional cuando te pones en plan sargento contigo mismo. ¿Qué te pasa cuando empiezas a decirte “tengo que, debería…” y te viene toda la lista de cosas pendientes por hacer? ¿Qué le pasa a tu cuerpo? ¿Se tensa? ¿Se encoge? ¿Cómo está tu respiración? ¿Qué sientes? ¿Te sientes triste o enfadad@ contig@ mism@ por no ser todo lo eficiente que quieres? ¿Te sientes culpable?
Para concluir os dejo este vídeo cortito del psicoterapeuta argentino Roberto Levy, que explica de manera clara la trampa de la autoexigencia.
*Imagen de Pixabay