Nos pasamos buena parte de la vida corriendo detrás de un objetivo u otro. Fantaseamos con la idea de que en cuanto alcancemos esa meta lograremos la felicidad, como si la felicidad fuera un estado permanente. Creemos que tener esto o aquello pondrá fin a nuestra insatisfacción, comprar el coche soñado, aquel viaje exótico estupendo, obtener el puesto de empleo perfecto, una pareja ideal, tener un hijo… Lo chistoso del asunto es que cuando obtenemos lo que ansiábamos, no solemos disfrutar tanto como habíamos imaginado. Y sin saborear el momento presente nos lanzamos hacia otra cosa. En realidad lo que hacemos es postergar nuestra dicha hacia un hipotético futuro que no existe y olvidamos lo que sí tenemos, lo único que es real: el presente. Esta manera de vivir nos aboca al cansancio y al sufrimiento asegurado.
Si con todo lo que tienes no eres feliz, con todo lo que te falta tampoco lo serás
Erich Fromm
La felicidad son pequeños momentos. Para mí es disfrutar de un café con leche en un día soleado de invierno en el que no hay prisa y puedo entregarme a mis sensaciones. Acariciar a mi gato cuando dormita. Sumergirme en una lectura estimulante. Abrazar a mis seres queridos. Tener una conversación y un contacto profundo con alguien. Sentir cómo el agua acaricia mi piel, bailar, reír a carcajadas… De hecho, disponer de un cuerpo y de los cinco sentidos físicos, vista, tacto, gusto, oído, olfato, ya es una fuente de goce y plenitud. Lo corpóreo nos ancla en el aquí y el ahora. Nos salva de la mente ilusoria y engañosa. Desgraciadamente vivimos de espaldas a la corporalidad y a lo instintivo. Esclavizados por la mente, por una sociedad que sobrevalora lo intelectual, no prestamos atención a la realidad de la materia y al mundo sensorial, perdiéndonos la belleza de lo biológico que somos y que nos rodea.
El momento actual está lleno de alegría y felicidad, pero si no estás atento no lo ves
Thich Nhat Hanh
Tener deseos es algo inherente en el ser humano y nos estimula y da fuerzas para avanzar y seguir creciendo. Ahora bien, es necesario diferenciar los deseos genuinos, que nacen de un anhelo profundo y están en sintonía con nuestra esencia, de los deseos substitutorios, que son fruto de una ilusión de nuestra mente, del ego. Si no estamos en un contacto y entrega real con nosotros mismos, dejamos fuera de la conciencia nuestra verdad interior, lo que tenemos para dar y lo que no, y, por tanto, nuestras posibilidades de sentirnos satisfechos. Ante este adormecimiento, desplazamos el foco hacia intereses de realización laboral, social o amorosa, invenciones marcadamente narcisistas, que proporcionan una falsa ilusión de felicidad.
Es habitual que con la llegada del nuevo Año nos planteemos nuevos propósitos. Deseamos que el nuevo ciclo sea mejor. Nos proponemos adelgazar o comer mejor, hacer más deporte, abandonar hábitos perjudiciales para la salud como el tabaco, ver más a los amigos… Ante todo esto y para no quedarnos en meros “deberes”, te propongo construir una lista menos autoexigente y más coherente con quién eres. Más allá de lo que haces o con lo que te identificas, ¿qué es lo que realmente deseas? ¿cuáles son tus valores y tu propósito de vida?, en definitiva, qué te mueve en la vida.
Existen personas, y lo veo en algunos de mis pacientes, con serias dificultades para saber qué desean. Se han pasado la vida complaciendo las necesidades de los otros, olvidándose de sí mism@s. Muchas veces sepultamos nuestras necesidades y deseos más profundos para no enfrentarnos a sentimientos que nos disgustan o incomodan. Nos ponemos en modo robot y hacemos lo que pensamos que espera de nosotros la familia, pareja, la sociedad, para no defraudar las expectativas de los otros. Sin embargo, ¿qué pasa con lo que tú necesitas? ¿cómo te estás tratando cuando no te atiendes? También puede ser que de niñ@ te repitieran que haces las cosas mal, creando la semilla de la falta de confianza en ti y entonces ya no te atrevas a ir hacia tus anhelos. Tal vez sufriste el abandono físico o emocional por parte de los progenitores en algún episodio de la infancia y para sobrevivir a ese dolor tengas grabado en el inconsciente el mantra “cuánto menos necesite, mejor”. El precio que pagamos en cualquiera de los casos es caminar sin rumbo, sentirnos vacíos, en un sinsentido.
La vida nos exige una contribución, y depende de cada uno de nosotros descubrir en qué consiste
Viktor Frankl
El primer paso es tomar conciencia de cómo estamos bloqueando nuestros anhelos. Si uno solo no es capaz de salir del atolladero para eso está la psicoterapia. El creador de la terapia humanista Gestalt, Fritz Perls, decía los pacientes llegan a terapia cargando con un montón de personajes vivos o muertos: el papá, mamá, algún tío, abuelos, profesores… El proceso terapéutico consiste en sacarlos de la sala uno a uno hasta que la persona se encuentre a solas consigo misma. Es decir, darse cuenta de cuáles son las creencias, roles, estereotipos que nos hemos tragado y diferenciarlos de lo que realmente sí somos.
Es evidente que los tiempos que corren no favorecen el despliegue de las alas de los sueños. En su lugar, y por temor a fracasar mantenemos los anhelos en el desván del olvido. Sin embargo, te has preguntado ¿cuántas cosas te perdiste por miedo a perder?
*Imagen de Pixabay