La angustia se caracteriza por una sensación intensa de incomodidad emocional, que normalmente es el resultado de un estado de inquietud extremo, una profunda sensación de indefensión e impotencia frente a un peligro que parece inminente pero que también tiene un carácter vago y difuso.
Puede surgir por no dar espacio a alguna emoción que necesita emerger, por una interrupción interna que nos impide entrar en contacto con nuestras necesidades. Es decir, se trata de un conflicto interno entre lo que deseamos y necesitamos y lo que nos permitimos ser y expresar. Me explico. A lo largo de la vida desarrollamos diferentes mecanismos de defensa que nos evitan contactar con el dolor. Por ejemplo, si de pequeños nos riñen y castigan por manifestar enfado o tristeza, es posible que de adultos reprimamos estas emociones. O si alguien se define como fuerte, probablemente no dé espacio a sentimientos que lo sitúen en un lugar más vulnerable porque no casan con su autoimagen y no se permitirá, por ejemplo, sentir miedo.
Sin embargo, desterrar lo incómodo o molesto también refrena la expresión de nuestra voluntad generando una insatisfacción aún mayor que puede desembocar con el tiempo en angustia. De ahí, que uno de los principios gestálticos sea “Entrégate al desagrado y al dolor tanto como al placer. No restrinjas tu percatarte”. No es que seamos una escuela de masoquistas. A mí me encantaría vivir eternamente en el placer pero, por experiencia propia, no es posible. Y digo por experiencia propia porque yo, por carácter, he sido una gran hedonista, hasta que comencé a comprender el mal que me causaba tanta evasión y represión. Empeñarse en evitar lo doloroso o molesto a la larga nos enferma.
Angustia y cuerpo
La angustia es un estado de desasosiego extremo, relacionado con situaciones de desesperación. La sensación interna es de «estrechez» y «vacío«. De hecho, etimológicamente la palabra angustia proviene del alemán Angst, que se traduce como estrechez. Puede llevarte a creer que has perdido la capacidad para actuar libremente, que has perdido el control, lo que genera más miedo. En las crisis de angustia puedes experimentar los siguientes síntomas:
- Sudoración
- Aumento de la frecuencia cardíaca y en algunos casos hormigueos en las extremidades
- Sensación de ahogo
- Opresión en el pecho
- Nauseas o sensación de vértigo
- Síncopes o desmayos
- Escisión del sistema consciente
- Alteración del polo motor (inhibición de la voluntad)
- Miedo irracional a la muerte
- Miedo irracional a enfermar (hipocondría)
- Miedo por presentar más crisis, perder el control y “volverse loco”
Todos estos síntomas son claros indicadores de que hay algo que no marcha bien en tu vida. No te estás prestando atención, no te estás escuchando. El cuerpo es sabio, y en éste como en otros muchos casos, nos habla fuerte y claro. En tus manos está detenerte a mirar qué te pasa y transformarlo.
Abordaje psicoterapéutico
Es lógico y natural sentir angustia en algún momento de nuestras vidas. Sentirnos atrapados por «algo», difícil de expresar, que nos arrastra hacia un agujero negro de nuestro universo, del que tememos no encontrar salida. De hecho, uno de los motivos que me llevó a iniciar un proceso psicoterapéutico, quince años atrás, fue que de manera cíclica me invadía una angustia existencial. Sin más, sentía un enorme vacío atravesándome por dentro. No había explicación. No lo podía relacionar con nada concreto. Simplemente aparecía y desaparecía.
La psicoterapia me ayudó a ir capa a capa liberando emociones reprimidas que habían quedado guardadas en mi interior. Con el tiempo pude permitirme «ser», con más conciencia y libertad, y eso fue disolviendo la angustia. Esos episodios cíclicos pasados jamás se han vuelto repetir. Sin duda, el mejor remedio para superar la angustia es ampliar la conciencia de nuestro «yo». Lo compruebo a menudo en mi trabajo con pacientes.
El malestar emocional no es algo que podamos obviar durante mucho tiempo. Una angustia desbordada puede desembocar en un ataque de pánico. En este caso, uno puede incluso pensar que está sufriendo un infarto o que va a morir, lo que genera aún más miedo. Miedo a no superarlo, miedo a que ese episodio traumático se vuelva a repetir… Muchas personas prefieren enmascarar el síntoma. Optan por medicarse para la ansiedad, angustia o la depresión y descartan iniciar un proceso de psicoterapia, perdiendo la oportunidad de descubrir qué se esconde detrás de esa manifestación somática.
Si no te atreves a transitar por ciertos lugares solo, por temor a caer y a no saber levantarte, si estás cansad@ de vivir con angustia, puedes hacer algo ya mismo. Escríbeme sin compromiso.
** Imagen: reproducción de «El grito» de Munch