Hemos vivido de espaldas a la muerte. Y ha tenido que llegar este maldito virus para poner conciencia que nuestra existencia es efímera. Ciertamente es una paradoja vivir ignorando la única certeza: todos vamos a morir algún día.
Ahora bien, quien teme a la muerte, teme a la vida. Ya lo decía el famoso psiquiatra Carl Gustav Jung. Según él, las personas cuando viven con miedo a fallecer se petrifican, mueren antes de tiempo. Si tienes algún familiar con depresión habrás podido comprobarlo. Se retiran del mundo externo y se sumergen en sus profundidades por un temor abismal a vivir, por una terrible angustia a no saber cómo hacerlo.
Jung explica que la consciencia necesita seguir adelante como si uno fuera vivir siglos. Esto me hace recordar con una gran sonrisa a mi abuela, que falleció unos años atrás. Cuánto más se acercaba su final, más pulsaba en la vida. Me sorprendía escucharla con sus planes inagotables. Os confieso algunos disparatados, pero aquello mantenía su chispa seguía encendida.
La otra cara de la moneda en mi familia la viví con mi padre. Él se retiró del mundo mucho antes de lo que le tocaba. No está muerto pero una depresión lo arrancó de pulsar en la vida. En un momento determinado sus pies dejaron de pisar tierra firme. Se quedó navegando a la deriva, aferrado al pasado. Dejó de mirar hacia adelante, puesto que le aterrorizaba el ineludible final que imaginaba en su mente: vejez, perdidas y muerte.
Abrazar la vida
En realidad toda esta reflexión no es más que un alegato a la vida, puesto que la vida y la muerte van de la mano. Una y otra cosa son lo mismo. Sin vida no hay muerte y sin muerte no hay vida. Es un ciclo infinito que podemos observar en la naturaleza, con las estaciones del año, el día y la noche, muertes y nacimientos en la familia.
En estos momentos que nos está tocando transitar, en que nos hablan de muerte y enfermedad a todas horas, ser prudente para mí también significa hacer cosas que me hacen bien. Bailar sola y acompañada (que no se puede en sala pues lo hacemos al aire libre), leer y escribir, tomar el sol, acariciar a mis gatos, abrazarme a mis seres queridos. Cuidemos nuestra salud mental. Vivir con miedo a la muerte me remite a la triste historia de mi papá, así que no te olvides de estar en el presente, que es lo único que tienes. No te olvides de pulsar en la vida.
No te rindas, aún estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
Aceptar tus sombras,
Enterrar tus miedos,
Liberar el lastre,
Retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso,
Continuar el viaje,
Perseguir tus sueños,
Destrabar el tiempo,
Correr los escombros,
Y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se esconda,
Y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma
Aún hay vida en tus sueños.
Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo
Porque lo has querido y porque te quiero
Porque existe el vino y el amor, es cierto.
Porque no hay heridas que no cure el tiempo.
Abrir las puertas,
Quitar los cerrojos,
Abandonar las murallas que te protegieron,
Vivir la vida y aceptar el reto,
Recuperar la risa,
Ensayar un canto,
Bajar la guardia y extender las manos
Desplegar las alas
E intentar de nuevo,
Celebrar la vida y retomar los cielos.
No te rindas, por favor no cedas,
Aunque el frío queme,
Aunque el miedo muerda,
Aunque el sol se ponga y se calle el viento,
Aún hay fuego en tu alma,
Aún hay vida en tus sueños
Porque cada día es un comienzo nuevo,
Porque esta es la hora y el mejor momento.
Porque no estás solo, porque yo te quiero.
MARIO BENEDETTI