La alegría es una emoción expansiva que nos lleva al contacto, al acercamiento a los demás. Es la emoción más codiciada porque es agradable. Estar alegres nos confiere una actitud abierta, activa, curiosa ante el mundo. Se manifiesta en nuestro cuerpo en forma de calor y produce energetización, movimientos amplios, una posición corporal abierta y receptiva, brillo en los ojos y disposición a sonreír y reír. Junto con la tristeza, la rabia y el miedo es una de las cuatro emociones básicas que nos acompañará a lo largo de nuestra vida.
Reconocemos que estamos alegres porque tomamos conciencia de la expansión que produce esta cualidad energética en nuestro interior. Imagina que estás en una fiesta con amigos que hace tiempo que no veías, a causa del confinamiento. El reencuentro te produce alegría y esto se traduce en que te muestras abierto, con ganas de conversar, bailar, reír, establecer contacto con los otros. O pongamos por caso el enamoramiento. Cuando estamos cerca del ser amado nos sentimos alegres, con ganas de conocerlo más (curiosidad) y conscientes de nuestro deseo (erotismo).
En este sentido, cabe destacar que la alegría es la protagonista en el desarrollo y gestión de los vínculos amorosos. Y una parte importante del vínculo que se establece desde la alegría está basado en la necesidad de compartir calor. Está el erotismo, que he mencionado antes, que se experimenta en la zona pélvica, la ternura, en el pecho o chakra corazón, y la curiosidad, más a nivel mental. Así lo describe el psicoterapeuta Gestalt, Marcelo Antoni, en su libro «Las cuatro emociones básicas«.
De la Euforia a la Serenidad
Existen diversos grados de alegría, desde la suavidad y tranquilidad de la serenidad, hasta la euforia, una alegría intensa y desbordada. Sentir euforia es un chute total, ahora bien se trata de una alegría mal gestionada, desconectada de ti y de los otros. Lo explico con un ejemplo. Quedas con un amigo que está triste porque tiene a un familiar gravemente enfermo. Tú estás eufórico. Has recibido una buena noticia y quieres compartir tu alegría con el mundo entero. No quieres que nadie te baje del globo en el que te has montado, por lo que vas a empatizar cero con el problema de tu colega. ¿Qué pasará? Lo más probable es que aquel día tu exceso de vitalidad y optimismo, porque la tendencia de la alegría es a compartir, sea recibida como invasiva, incluso un tanto agresiva, por la persona que está sentada a tu lado pasando una situación delicada. Te pasaste de rosca de alegría y te desconectaste de ti mismo y del otro. Aunque no es tan embriagadora, la realidad es que la poco reputada serenidad es una alegría más real y conectada con lo que hay.
Como pasa con todas las emociones, la alegría es un tránsito dinámico, no un estado. No podemos estar permanentemente alegres, en la cumbre, en la excitación. Lo que existen son situaciones o momentos felices. Todo es cíclico y lo interesante es abrirse a la experiencia presente. Vivenciar tanto la energía maravillosa y contagiosa de la alegría como, por ejemplo, la introspección y la retirada al mundo interno que acompaña a la tristeza. Ahora bien, por carácter cada uno de nosotros tenemos más predisposición energética a sentir alguna que otra emoción. Por eso podemos tener la sensación de vivir instalados en un estado emocional, es lo que se denomina fijación emocional.
Fijación y carácter
El carácter nos habla de las emociones y recursos que usamos más y que tenemos más disponibles. Si tu fijación es la alegría, probablemente tendrás dificultad para transitar otras emociones más incómodas, como la tristeza. En el caso inverso, si estás fijado en la tristeza por más que se den momentos de júbilo en tu vida no acabarás de permitirte que esa emoción invada tu cuerpo, limitando la experiencia. O si estás fijado en el enfado, el enojo tenderá a ser el protagonista en tu día a día y esa emoción es la que se disparará a modo de piloto automático. La fijación emocional te impide ver qué es lo que está pasando en el momento presente. Es decir, ves el mundo con tu filtro de color. Todo lo teñirás con la cualidad energética en la que estás fijado, dejando de ver lo que realmente hay. ¿Has detectado cuál es tu fijación emocional?, ¿qué emociones te cuesta transitar?
Como terapeuta Gestalt uno de los principales focos de mi trabajo es acompañar a los pacientes a reconocer qué sienten en cada momento y de esta manera aprender a utilizar las emociones como la maravillosa brújula interna que son. El origen del malestar y el sufrimiento es la represión y desconexión emocional. Si crees que ha llegado el momento de cambiar, escríbeme.