A menudo asociamos el amor de pareja con letras de canciones dramáticas en las que el abandono del ser amado genera una angustia terrible que incluso nos hace sentir morir. El fabuloso hit de “Back to black” de Amy Winehouse o “Sin ti no soy nada” de Amaral son un claro ejemplo.
Ningún adulto sano muere por desamor. Sentirá tristeza, un gran dolor, tendrá que trabajar el duelo, pero no fallecerá. Los únicos que pueden morir por no recibir el amor y la atención adecuadas son los bebés y los niños, si son abandonados por los padres.
¿Cómo reaccionas ante una ruptura de pareja? ¿La angustia te parte por dentro? ¿No sabes cómo salir de esa turbulencia emocional interna? ¿Te ahogas? ¿ Sólo ves una salida posible, recuperar el amor, a cualquier precio? Es evidente que te relacionas con el ser amado desde tu niño o niña herida. “Sin ti no puedo vivir” es un ejemplo de amor infantil, de mal amor. Querer bien a tu pareja es decirle “sin ti, también me iría bien”.
Creencias románticas como la media naranja no ayudan establecer relaciones afectivas maduras. A través de la educación patriarcal a las mujeres nos han tratado de inculcar desde pequeñas la idea de que el amor nos hará sentir “completas” y que alcanzaremos la felicidad. Aquello de “la muchacha era desdichada hasta que la salvó el apuesto príncipe” de los cuentos de hadas. Una relación de pareja puede generar dicha y bienestar, sin duda, si estamos ante dos seres enteros que eligen caminar juntos. En cambio, puede ser el origen de mucho sufrimiento si se exige a la pareja que supla la carencias afectivas de la infancia, si estamos ante dos individuos que se necesitan para sentirse completos.
¿Basas tu felicidad en la atención recibida por el otro? Hoy me mira y me trata con cariño, soy feliz. En cambio, hoy lo noto distante, me siento triste. Esto es un indicador de dependencia emocional. Más pistas, ¿miras compulsivamente el móvil para ver si recibes mensajes o wattsapps de tu amor cuando estáis separados? Actitudes como ésta muestran que existe un miedo atroz al abandono y una actitud inconsciente de mantener al otro controlado para asegurar que no se vaya, “que no se olvide de mi”. Internamente el dependiente emocional hace una ecuación de nefastas consecuencias: si me quiere, estoy a gusto conmigo mismo, me quiero; si no me quiere, algo malo hay en mí, no me quiero. La autoestima depende directamente del escáner “cuánto amor recibo de mi pareja” en cada momento.
El dependiente emocional tiene una necesidad neurótica de recibir atención, cariño y amor constante para alimentar su flaca autoestima, su ego. Y siempre quiere más, nunca es suficiente. En su fantasía el amor de la pareja calmará su dolor y llenará su vacío interior. Por esta necesidad neurótica de llenarse de amor sólo a través del exterior, experimenta una especie de síndrome de abstinencia cuando no tiene cerca al ser amado.
A menudo estamos ante personas que defienden a pies juntillas que “el amor lo puede todo” o que “el amor cura” como si el amor hiciera milagros. Esta creencia, junto con la desvalorización y falta de autoestima del dependiente emocional lo puede llevar incluso a soportar relaciones de maltrato psicológico o físico, porque “en el fondo mi pareja me quiere”. La pregunta no es ¿cuánto me quiere el otro?. La pregunta es ¿y yo me quiero? ¿de verdad me quiero si elijo sufrir en lugar de rescatarme?
El profundo dolor y vacío interior de un dependiente emocional sólo se aliviará con un proceso terapéutico. En Gestalt trabajamos con el niño o la niña interior, para liberar esa tristeza y esa rabia contenida en el corazón y en las tripas, y la relación con los padres en la infancia. Sólo sanando en el presente estas heridas del pasado se estará en disposición de amar y de ser amado y construir relaciones maduras.
No podemos pedirle al otro lo que no estamos en disposición de darnos nosotros mismos.
Si tienes dificultades en las relaciones de pareja, puedes escribirme.
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