El abrazo anhelado

Nació un lunes. Las hojas de los árboles empezaban a teñirse de marrón y se preparaban para lanzarse al vacío en los meses siguientes. Era un 9 de octubre y le pusieron de nombre Teresa, el homónimo de su amorosa abuela. Creció detestando los lunes, el día en que la trajeron al mundo.

No fue una niña deseada. Su madre, Jeanine, se quedó embarazada estando todavía a un paso de la adolescencia. Ver crecer su barriga y perder su ínfima cintura la disgustó. La joven de 17 años temía dejar de ser deseable para su hombre, un apuesto y seductor catalán, que llevaba loquitas a las muchachas de la población francesa donde vivían. Sin embargo, la llegada de Teresa los uniría para siempre.

La niña creció sin el abrazo cálido de mamá. Su madre, a su vez, tampoco había sido abrazada por su madre. La chiquilla venía de una estirpe de mujeres que no sabían acoger en su regazo a sus hijas. Así que se pasó la vida buscando ser abrazada, pero sin saberlo.

Ser abrazada y así restituir su derecho a ser amada.

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